Chicago
Cinco horas de carretera
fueron necesarias para finalmente llegar, en el medio de un invierno benévolo
pero en el que igual hacia mucho frio, arribamos al Navy Pier de Chicago una
mañana de Enero y nos sentamos en los bancos del muelle a ver el amanecer. Era
una fusión perfecta de amarillo, naranja y algo de morado que derivó en un azul
celeste tan profundo como hermoso.
Es una ciudad para
disfrutar, para cruzar sus puentes, para caminarla porque los conductores
manejan muy mal, para pasear por la historia gánster de los años 30 y ver su
metro aéreo. Como todas las ciudades cosmopolitas Chicago es dual, nos perdimos
en ese laberinto del centro entre smog, edificios nuevos y viejos, tráfico y
construcciones y la verdad que lo que vimos, de manera particular, me gustó y
mucho.
Y luego como si el ruido se
quedara a un lado llegamos a Millenium Park. La sensación de abstracción es
fantástica, el lugar es enorme, hermoso, lleno de obras de arte, de jardines
muy verdes a pesar del invierno, de anfiteatros, de paneles de energía solar,
de ciclistas. Es un espacio dedicado al esparcimiento sin pilas ni electricidad.
La gente va allí a comer, a sentarse en los bancos a conversar, a departir un
rato antes de trabajar o de estudiar. La nube de humanidad que allí se respira
es simplemente maravillosa, es la parte de la dualidad que más disfruté, siendo
sincera, hasta me impresioné, no es la idea preconcebida que uno lleva cuando
viaja a USA.
Hay obras de arte como el Cloud Gate que es motivo de millones de
fotos al año por su forma de frijol gigante y su ubicación en el parque, o la Crown Fountain con su pared interactiva
y de videos en la que, adicional, en verano la gente va a bañarse para pasar el
calor. Los espacios verdes son impresionantes además de bellos, el Lurie
Garden que busca que se mire a Chicago como una ciudad en un jardín, es sin
duda el pulmón vegetal de la ciudad, el lugar de distracción de miles de
habitantes de la ciudad y un espacio abierto a la humanización de procesos que
tanto se necesita ahora.
Continuamos la caminata por
los puentes y llegamos a la puerta principal del edificio de la ABC, había una
figura de Marilyn Monroe de unos treinta metros de altura en plena escena de
“La tentación vive arriba” con su falda levantada y perfecta para que las
personas que pasaran por ahí se tomaran fotos mirando hacia arriba. Corrimos
con suerte, esa estatua fue removida y llevada a California poco después que
pasáramos por allí.
Para finalizar la vuelta
antes de regresar, subimos al observatorio Hancock a ver la ciudad desde el
cielo, la orilla del Lago Michigan que bordea la urbe y la sombra que dan los
rascacielos, una vista hermosa y diferente para cerrar un día de caminata
constante, de fascinación por los lugares nuevos, de tráfico atascado y de
malos conductores, de espacios abiertos al arte y a la paz. Chicago habla por sí
sola como un destino al cual viajar.
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